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DE TOLERANCIA

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NOTICIAS Y ANÁLISIS DE BULOS Y CAMPAÑAS

El creerse protegido tras un avatar anónimo se ha convertido en la excusa de muchos/as haters para propagar desinformaciones y mensajes discriminatorios, ya sea contra determinados colectivos en situación de vulnerabilidad o contra personas individuales. Justamente, debido a esta falsa sensación de anonimato, muchas personas vierten determinados comentarios y mensajes que, en realidad, no exteriorizarían en la calle, junto a su grupo de amigos, en la oficina, en el instituto o en una reunión familiar.

Hace poco saltó a los medios la noticia de que la Fiscalía había iniciado investigaciones para identificar a las personas que estaban participando en una serie de grupos de WhatsApp en los que se estaban compartiendo frases como "los moros van a morir" o haciendo llamamientos a organizarse en grupos armados para agredir a personas inmigrantes que estaban llegando a las costas de Canarias. En estos grupos también se estaban compartiendo bulos relacionados con presuntas actividades delictivas llevadas a cabo por estas personas, fomentando la xenofobia y el racismo e incitando a llevar a cabo estas terribles agresiones.

Pero resulta que todo lo que se expresa en la red deja un rastro que es relativamente fácil seguir hasta dar con la identidad de quien lo realiza. Aunque nos pueda parecer que no es así, decir cualquier cosa en las redes sociales equivale prácticamente a gritarlo desde la ventana de nuestra casa, a cara descubierta.

Este también es un factor esencial a la hora de explicar por qué el número de delitos de odio ha incrementado un 45 % en los últimos años, según ha dado a conocer la propia Policía Nacional:



Como bien sabemos en Save a Hater, todo acto tiene sus consecuencias. Por este motivo es necesario ser conscientes de que, realmente, la línea divisoria entre lo online y lo offline es extremadamente fina y que lo que plasmamos en la red tiene una repercusión de la que somos responsables y que puede afectar con mucha facilidad a otras personas.

https://www.youtube.com/watch?v=qro5oG4sIR8

En nuestras manos está no solo evitar el tener que afrontar situaciones de las que podamos llegar a arrepentirnos, sino también poner nuestro granito de arena para no fomentar la polarización y la descohesión social, no dar pábulo a bulos malintencionados y no replicar mensajes que solo buscan crispar nuestros nervios y generar discordia para sus propios intereses egoístas.

Pero, además, también tenemos la capacidad de hacer ver a las personas que nos rodean que sus actos pueden acarrearles consecuencias muy poco deseables. ¡Únete a Save a Hater y ayuda a los/as haters a ser conscientes de que sembrar odio, desinformar y fomentar la polarización social también tiene sus consecuencias en el mundo online!
Cada 25 de noviembre se recuerdan los diferentes tipos de violencias que afectan a las mujeres. Ese mismo día del año 1960 tres hermanas dominicanas llamadas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron brutalmente asesinadas bajo la dictadura de Rafael Trujillo Molina. Las activistas, conocidas en su país como las tres mariposas, lucharon en vida por la libertad y su muerte desencadenó la caída del tirano dominicano.

Las activistas por los derechos de las mujeres comenzaron a emplear esa fecha para lanzar sus protestas ante la violencia de género hasta que en el año 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) declaró oficialmente esta fecha como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Queda mucho camino por andar y es importante entender que las agresiones físicas son solo la punta de un gran iceberg. Y es que la violencia por razón de género contra la mujer se produce en todos los espacios y esferas de la interacción humana, ya sean públicos o privados, como reconoce la ONU . Entre esos espacios está internet en general y las redes sociales en concreto.

Violencia de género digital


Afecta especialmente a las jóvenes y a las adolescentes, pero pueden llegar a sufrirla mujeres de cualquier edad. Es común que se le reste importancia porque a veces aún tendemos a creer que lo que ocurre en el entorno digital no es la vida real. Por eso es importante tomar conciencia de que existe la violencia de género digital y abrir bien los ojos para frenarla.

Hay muchos tipos de violencia y acoso que van desde la sextorsión (hacer chantaje usando fotos o vídeos con contenido sexual) hasta el ciberbullying (ejercer acoso psicológico contra una persona a través de las redes). Y lamentablemente están muy extendidos: un estudio reciente   a que seis de cada 10 niñas y adolescentes sufren acoso en las redes sociales, la mayoría de las veces por conocidos.

Qué hacer


Tú también puedes ayudar a frenar conductas violentas y es importante que prestes atención a comportamientos machistas o invasivos en redes sociales como Instagram, Tik Tok, Facebook y Twitter y en grupos como whatsapp y Telegram. Aquí algunos consejos:

  • Compartir fotos íntimas de otra persona está siempre mal. No es gracioso, viola su intimidad.

  • Espiar el móvil de otra persona no puede considerarse nunca una conducta permitida, por muchos celos que tengas.

  • Cada persona es dueña de sus redes sociales. Recuerda que nadie más debe decidir qué fotos publica o con quién habla a través de ellas.

  • No se debe usar el móvil para controlar la vida de los demás. Si no contesta inmediatamente a los mensajes, hay que tener paciencia.

  • No insistas. Si una persona decide que no quiere estar contigo, deja de escribirle repetidamente por las redes sociales, no comentes todas sus fotos ni des like a todo lo que suba. Respeta su libertad.

  • No lo hagas tú y no dejes que te lo hagan. Si descubres que un amigo está ejerciendo alguna de estas formas de control o violencia, pídele que deje de hacerlo.

Consejos para arrancar el curso sin odio en las redes sociales (parte III)


Las redes sociales se han convertido en lugar de desfogues varios, espacios en los que cada vez más personas vierten su frustración y su rabia. Un día sí y otro también vemos señalamientos personales, llamadas al boicot, mensajes discriminatorios y muchos mensajes falsos que van aumentando la crispación y nos polarizan cada vez más, nos colocan en esquinas opuestas del ring antes del próximo round de boxeo. Puede que a ratos te haga gracia la pelea, que te sirva de desahogo, pero muchas de las personas usuarias de las redes sienten ansiedad.

Además puede llegar a marcar la agenda de la realidad. Si una pequeña protesta en una calle concreta de Madrid aparece en cientos de fotos, vídeos, tuits y mensajes de WhastApp, finalmente magnificamos lo ocurrido, le damos más resonancia y la extendemos mucho más allá de las fronteras de la ciudad.

Nuestro tercer consejo para este inicio de curso es que pruebes a hacer exactamente lo contrario: usar las redes sociales, los grupos de WhatsApp y Telegram para aprender, construir, divertirte, porque acabar con los entornos tóxicos también depende de ti.

Cuando internet se popularizó, muchas y muchos vieron un potencial gigante de cambio. Frente a la televisión, con la que solo podíamos recibir información y contenidos de manera pasiva, ahora teníamos la capacidad de participar, intercambiar y colaborar por medio de nuestros ordenadores. Y eso democratizaba nuestras sociedades, las enriquecía y nos permitía ensanchar nuestra visión de la realidad.

Los pensadores más pesimistas creen que esa promesa se ha roto, sobre todo en lo que se refiere a las redes sociales, y lo atribuyen a lo que Douglas Rushkoff llama economía de la atención. Twitter, Facebook, Instagram y cualquier otra plataforma basan su modelo de negocio en nuestra permanencia, hacen dinero consiguiendo que nuestros ojos permanezcan pegados a la pantalla el mayor tiempo posible. Y eso se consigue apelando a emociones muy primarias, de lo sensacionalista, lo que nos asusta o lo que nos excita sexualmente.

https://www.youtube.com/watch?v=O4zYB7qTt4Q

Lo cierto es que los algoritmos de esas redes potencia ciertas tendencias, como explicamos aquí, pero también es verdad que no somos máquinas y podemos probar a  desmarcarnos del ritmo del odio y marcar otro paso en redes.

Te proponemos empezar a compartir noticias positivas. No se trata de caer en la ingenuidad, ni de pintar nuestras vidas de rosa, sino de demostrar con los hechos que nuestra realidad es mucho más rica y tiene más matices.

Ante episodios de xenofobia y discriminación durante la pandemia, nos viene bien recordar gestos de solidaridad y de apoyo mutuo entre vecinas y personas de diferentes orígenes. Ante las noticias falsas que culpabilizan a determinados colectivos de los contagios, es importante aportar datos contrastados.

También puedes probar a cambiar de tema por un rato, porque ocurren muchas otras cosas interesantes a nuestro alrededor. Hay cuentas en las redes sociales dedicadas a divulgar conocimientos sobre historia, cocina o fondos marinos, y te invitamos a descubrirlas y ponerlas en valor. Porque internet, como en sus principios, sigue siendo un lugar en el que podemos aprender e intercambiar y merece la pena echar pa fuera lo bueno.

Consejos para arrancar el curso sin odio en las redes sociales (parte II).


El dicho popular nos recuerda que no podemos dejarnos llevar por las apariencias. Es una buena forma para recordar nuestro segundo consejo: No es oro todo lo que reluce, ni todos los titulares son ciertos. Aunque lo parezcan a primera vista, aunque confirmen lo que tú pensabas, conviene asegurarse antes de darlos por ciertos. Y si dudas, no compartas

El Covid-19 provocó una pandemia y al mismo tiempo lo que se ha llamado infodemia, es decir, una sobreabundancia de información, cierta o falsa, sobre un tema específico, en este caso sobre el virus y todas sus consecuencias. Las estadísticas demuestran que el consumo de noticias se disparó con el confinamiento y seguro que tú mismo lo comprobaste en primera persona: consultabas mucho más los periódicos, o veías con más frecuencia los informativos de la tele o recibías muchas más noticias en tus grupos de WhatsApp.

Es lógico, sentíamos la necesidad de entender los que estaba ocurriendo en una situación tan nueva e imprevisible. Lo malo es que ese empacho de noticias también nos provoca ansiedad y aumenta considerablemente el riesgo de que nos la cuelen con bulos y noticias descontextualizadas.

A principios de septiembre, Maldita.es, un medio especializado en la verificación de datos, había detectado 725 bulos y desinformaciones sobre COVID-19, seguro que han circulado muchos más y que tú, igual que todos y todas, te has creído alguno.

Lo cierto es que los bulos se difunden mucho más que las noticias ciertas y los desmentidos, y eso se explica porque los titulares falsos son mucho más atractivos y llaman más la atención. A menudo contienen palabras de alarma o alerta, suelen ser muy tajantes y con pocos matices. Los desmentidos, en cambio, son menos espectaculares, por lo que nuestro impulso de compartirlos es menor. Igual son más aburridos, pero piensa que enviando el desmentido a tus amistades o familiares ayudas a que la noticia falsa se siga extendiendo en el virus de la infodemia.

https://www.youtube.com/watch?v=mao7nlb4I-8&

Hay muchas pistas que nos pueden ayudar a sospechar de un titular. Además de las palabras alarmistas, también es importante leer el texto que le acompaña porque a menudo no tiene nada que ver, también conviene fijarse en la fecha, si está firmado por alguien, si la noticia aparece en otros medios, si tiene fuentes oficiales que confirmen lo que afirma el titular.

No está de más acordarse de que hay páginas web con apariencia de periódicos que hacen negocio con las desinformaciones, porque cada vez que das a clic en una de sus noticias falsas ayudas a que aumenten sus ingresos en publicidad.

Y también te vendrá bien tener en mente que las imágenes que acompañan esos titulares sí engañan. Pueden estar trucadas o pertenecer en realidad a otra noticia de hace varios años en cualquier otro país. La verificación inversa de imágenes ayuda a comprobar si las fotos o vídeos ya se han usado antes en internet y de este modo descartar su veracidad.

Para ayudarte a distinguir la paja del grano cuentas que varios equipos dedicados a verificar la información como Maldita.es, Newtral, Efe Verifica o AFP Factual. Cuentan con varias herramientas de consulta a través de sus páginas web, whatsapp y las redes sociales. Tenlas a mano porque te serán útiles a la hora de tener información veraz y contrastada.

No tienes que reaccionar a todo lo que ves en redes. No amplifiques el discurso de odio.


Cuando lees un mensaje de odio, una opinión contraria a la tuya, el primer impulso es reaccionar. Sientes la necesidad de desmentir esa opinión discriminatoria, de mostrar tu enfado. Pocas veces es buena idea y te explicamos por qué.

En primer lugar hay que hablar de los algoritmos de las redes sociales, es decir, las instrucciones automatizadas que tiene cada una de las plataformas para identificar qué conversaciones son interesantes para la comunidad, qué temas son los más entretenidos y generan más reacciones. Utilizan distintos factores para determinar qué publicaciones interesarán más, qué cuentas deben estar más visibles y en qué orden nos muestra las cosas. No debes olvidar que las redes sociales son un negocio basado en que las usemos de manera intensiva, que permanezcamos allí mucho tiempo.

Cuando esos algoritmos, basados en cálculos matemáticos, se dan cuenta de que una cuenta genera muchas interacciones, le dan más visibilidad porque la clasifican como interesante. Y si resulta que esa cuenta es la de un hater que esparce su xenofobia o su machismo por las redes, estás contribuyendo a que el algoritmo le preste más atención cada vez que contestas o difundes lo que escribe, aunque sea para rebatir sus ideas.

Ocurre algo similar con las palabras y los hashtags que se emplean en las redes. Es frecuente que sientas la tentación de usar esos conceptos para decir justo lo contrario, pero vas alimentando un tema de conversación en las redes sociales hasta que se convierte en trending topic con la ayuda del famoso algoritmo. Y el mensaje de odio se extienda así un poco más.

https://www.youtube.com/watch?v=XNNz5_hmJCY

Párate también a pensar en lo que consigues descalificando las opiniones de otros, eso que se ha llamado la cultura del 'zasca'. Nos hemos acostumbrado a leer en redes sociales respuestas tajantes y más o menos ingeniosas. Y esos 'zascas' pueden ser divertidos, pero también contribuyen a la polarización en redes sociales, a que se haga casi imposible mantener debates sosegados en los que compartir argumentos de manera constructiva.

Por eso, cuando estés a punto de soltar un bofetón verbal en forma de 'zasca', piensa antes si estás contribuyendo a que crezca la crispación, a que nos entendamos y busquemos soluciones en común.

Párate a reflexionar que quizás sea más útil ignorar a perfiles de odiadores destructivos que soltarles el enésimo 'zasca'.  Y eso también es aplicable a los grupos de WhatsApp donde un miembro negativo pueda acabar marcando el ritmo de todas las conversaciones y un mal rollo nada recomendable.

Te invitamos a que uses tu ingenio para explicar tu punto de vista de manera serena y dialogante, que conviertas tus redes y tus grupos de WhatsApp en entornos donde se puede intercambiar opiniones de manera constructiva y desmentir informaciones falsas, que no te contagies de odio y hagas oídos sordos a quienes solo quieren aumentar la crispación.
Las fotografías de calles, paseos y parques repletos de gente circularon por redes sociales, grupos de WhatsApp y medios de comunicación en el primer día que se permitía la salida de niños y niñas al exterior desde que se declaró el estado de alarma. Lo que debía ser una jornada de celebración porque los más pequeños pudieran al fin respirar aire fresco y caminar más allá de las cuatro paredes de sus casas, se convirtió en indignación ante la irresponsabilidad de padres y madres que no guardaron las debida distancia de seguridad. Las fotos lo demostraban, o quizás no todas ellas. Y es que hay imágenes a veces mienten más que mil palabras y pueden contribuir a la polarización social.

Hay una conocida frase que asegura que "una imagen dice más que mil palabras", pero quizás también es importante recordar otra cita popular, la de que "todo depende del cristal con que se mira". La perspectiva puede alterar las distancias, el ángulo puede distorsionar la realidad y de eso saben mucho los fotógrafos profesionales y aficionados.

Para entenderlo, veamos un ejemplo, difundido en redes sociales por Andres Adamsen (@anderspreben). Esta es la imagen de una cola en la ciudad de Copenhague:



Parece evidente que los ciudadanos daneses no cumplen con el distanciamiento social obligatorio para evitar el contagio del coronavirus. La foto es real, no ha sido retocada, ni tiene filtros. Y aun así, podemos comprobar que nos engaña gracias a otra fotografía del mismo momento y en el mismo lugar:



La diferencia entre una y otra foto es la posición de la cámara y también la lente que se ha utilizado, una es un zoom y la otra es un gran angular.

Las personas expertas en verificación de datos y bulos saben que los mensajes falsos y polarizadores se difunden mucho más si van acompañados de fotos y vídeos. Nos parece que las imágenes no tienen trampa ni cartón y además nos despiertan emociones mucho más rápido que las palabras escritas.

Y de emociones hablamos cuando nos llegan fotos de personas irresponsables que podrían empeorar la situación después de el gran sacrificio social que supone el confinamiento. La rabia y el miedo son sentimientos lógicos en tiempos de encierro e incertidumbre, pero no debemos dejarnos arrastrar. Pongamos otro ejemplo, esta vez más cercano, en la ciudad de Donosti.


Esta fotografía fue una de las que más circuló en redes sociales el domingo 26 de abril para demostrar que la irresponsabilidad de la gente en el primer día de salida de los más pequeños. El usuario de twitter @nakomico añadió las flechas rojas para diferenciar la distancia sentida, es decir, la que vemos en la imagen, y la real. Y resulta que entre un vértice de la flecha y el otro hay unos 160 metros, como mostró con la ayuda de un callejero:


¿Pero cómo es esto posible?


No es magia, sino técnica fotográfica. Con el uso de un teleobjetivo, la cámara aplana las imágenes, porque enfoca un campo muy amplio y logra que los objetos alejados se acerquen hasta parecer que están casi pegados.

Algo parecido ocurrió en otros lugares, como Cádiz. La aglomeración de personas parece evidente en el paseo marítimo de la ciudad andaluza. Esta vez podemos agudizar el ojo fijándonos en el mobiliario urbano:



Las farolas parecen estar pegadas, cuando el sentido común nos dice que se instalan en intervalos de varios metros. En concreto hay 50 metros de distancia entre ellas, por lo que el campo de la imagen tiene casi medio kilómetro, según explican en Cádiz Noticias.

No hay montajes, solo perspectivas que conviene siempre recordar a la hora de contemplar imágenes y antes de dejarse llevar por el enfado. Es muy probable que se dieran casos de incumplimiento, que algunas familias se saltaran las medidas de seguridad. Es importante apelar a la responsabilidad de todas y todos para salir de una crisis que está costando tantas vidas. Pero también es cierto que la rabia, el odio y la polarización en redes no ayudan a superar esta situación en común.
Un presunto responsable hospitalario nos cuenta que la situación está descontrolada; una hipotética médica de urgencia nos asegura que hay muchos más casos de coronavirus de los que cuentan; un familiar nos manda supuestas imágenes de saqueos de supermercados y una amiga nos reenvía un método casero para comprobar si nos hemos contagiado.

Nuestros móviles se llenan estos días de audios, mensajes de texto y vídeos de supuestos especialistas que dan noticias alarmistas, personas muy enteradas que nos adelantan primicias, amigos que aseguran tener información de primera mano.

Esos mensajes de voz se contagian por grupos de WhatsApp a un ritmo más vertiginoso que el de un virus. Y es lógico: nos sentimos desconcertados en una situación excepcional que puede afectar a nuestra salud y a muchos otros ámbitos de nuestra vida. Tenemos la sensación de que perdemos el control y de que nos falta información para evaluar el riesgo, a veces incluso sospechamos que nos engañan. Todo lo que ocurre nos genera gran expectación y nos sentimos tentados en ser los primeros en contar la última noticia en el grupo de amigos.

Por difícil que resulte, es precisamente en estos momentos cuando se hace más imprescindible reducir al máximo la propagación de bulos y rumores para evitar la alarma social. Por salud pública debemos acostumbrarnos a lavarnos mucho las manos y no compartir audios reenviados.

Para identificar los bulos del coronavirus, pueden seguirse algunos consejos básicos. El primero es el de aplicar el sentido común. No parece muy verosímil creer, por ejemplo, que haya afectados por el coronavirus en Euskadi que escupan en los asientos de urgencias para que todo el mundo se contagie, ¿verdad? Pues ese es uno de los audios que se difunde estos días. Si lo pensamos un poco tampoco parece creíble que contener la respiración sirva para comprobar un contagio ni que esnifar cocaína sirva para curarlo. Y eso también está circulando por WhatsApp.

El segundo consejo es el de dedicar un poco de tiempo a comprobar la veracidad de lo que nos llega y actuar con responsabilidad. Las cuentas oficiales de las autoridades sanitarias y las de verificadores de datos son una buena fuente de comprobación, aunque no sean infalibles.



 



El último audio que aparece en el grupo de WhatsApp es muy probable que ya haya sido desmentido, así que, por favor, haz una búsqueda en internet antes de usar el dedo rápido para compartir. No, el jefe de cardiología del Gregorio Marañón no ha mandado un mensaje contando que habrá un despegue brutal de cifras de contagios:

https://twitter.com/SaludMadrid/status/1237386580492312578?s=20

Tampoco nos valen las fotos o vídeos como prueba concluyente de que algo está ocurriendo. Esas imágenes pueden ser de otro momento o de otro país y se usan ahora fuera de contexto.

Por ejemplo, circula el vídeo de unos incidentes en Chile que está sirviendo para ilustrar el supuesto saqueo de supermercados en España. Se pueden utilizar herramientas de verificación inversa de imágenes para comprobar de dónde salen esos vídeos o fotos originalmente.

Además las imágenes muestran un instante que puede distorsionar la realidad. Hay quien hace fotos estos días de algún estante vacío en los supermercados unos minutos antes de que vengan a reponer los productos. Al verlas sentimos la urgencia de salir a comprar, ¿verdad?

Y es que uno de los grandes problemas es que esos mensajes pueden convertirse en profecías autocumplidas. Si nos llegan una y otra vez mensajes de desabastecimiento, acabamos cayendo en la trampa del miedo para correr hacia el supermercado y hacer acopio de papel higiénico y conservas. Y al final podemos acabar provocando precisamente problemas para reponer productos de primera necesidad. El remedio es peor que la enfermedad y nunca mejor dicho.

Si difundimos rumores anticipados de una supuesta e inminente prohibición de movimientos en una comunidad especialmente afectada, lo que puede ocurrir es que mucha gente trate de salir de manera precipitada y sin guardar las debidas medidas de precaución frente al contagio.

Cuando los bulos del coronavirus contienen parte verdad, se nos hace más difícil darnos cuenta de que son falsos. Por ejemplo, las recomendaciones de higiene que hacen los supuestos médicos en sus mensajes de voz y las explicaciones científicas que dan, provocan que les demos más credibilidad. Parémonos a pensar si el mensaje alarmista que subyace a esos mensajes sirve de algo en estos momentos, si vamos a ayudar a alguien compartiéndolo o por el contrario contribuiremos a sembrar el pánico.

Estos días en redes sociales se habla mucho de la necesidad de aplanar la curva del coronavirus. Debemos seguir las medidas de precaución como lavarse las manos, nos tocarse la cara, mantener la distancia, evitar viajes innecesarios y aglomeraciones es nuestra manera de contribuir socialmente en estos momentos. Quizás seamos personas jóvenes y fuertes, pero conviene pensar en que hay que controlar la propagación para evitar que se sobrepase la capacidad del sistema sanitario.

https://twitter.com/SiouxsieW/status/1236721200291655680?s=20

Para actuar con cautela y responsabilidad, resulta imprescindible mantener la calma e identificar las fuentes fiables. Evitemos que se propaguen también los bulos y corra el miedo como un virus por nuestros grupos de WhatsApp.
mamá hater bulos redes sociales
Un pariente pone en el grupo de WhatsApp de la familia un mensaje alarmista que habla de un atentado terrorista inminente o explica que una banda organizada está desvalijando casas con el truco de la colonia. Preguntas de dónde han sacado esa información y responden que se lo ha enviado un amigo por otro grupo. Resulta que es un bulo, que se la han colado otra vez.
¿Te suena esa escena? A casi todas las personas preguntadas les ha pasado alguna vez. Y lo que parece una broma, es un problema serio.

Cuentan las personas expertas en verificación de datos que WhatsApp se ha convertido en la red estrella para la desinformación. Y los estudios apuntan a que las personas mayores son más propensas a creerse los bulos y compartirlos. Tu madre puede ser una hater, o igual hater eres tú y aun no te has dado cuenta.

WhatsApp es una de las aplicaciones más populares, está presente en casi todos los teléfonos móviles. Y precisamente por eso, es un lugar muy interesante para bromistas, ladrones, estafadores y haters.

Pero hay otra explicación: WhatsApp es una red de mensajería formada principalmente por grupos cerrados donde solo participan sus miembros. En el grupo de tu familia, en el del equipo de fútbol, en el de la gente de la universidad solo podéis responder quienes habéis sido agregados. Así que la tarea de desmentir un mensaje falso queda en manos de unas pocas personas. No ocurre lo mismo con Twitter o Facebook, por ejemplo, donde por lo general cualquiera puede contestar y desmentir los mensajes y los gestores de las redes pueden borrarlos si comprueban que son falsos (no siempre lo hacen, pero poder pueden).

Total, que te llega un mensaje alertando de unas fresas envenenadas, por poner un ejemplo, y decides reenviarlo al grupo de madres y padres del cole por si acaso. Y a golpe de reenvíos y por si acasos se van viralizando las noticias falsas hasta convertirse en una intoxicación.

Es una faena para, por ejemplo, los productores de fresas, que pueden sufrir una caída de ventas sin sentido. Ahora imagínate que lo que circula de grupo en grupo son noticias falsas sobre personas refugiadas que se quedan con todas las ayudas sociales, manteros que atacan a la policía, rumanos que atracan. Todo esto ocurre y lo que lees en WhatsApp influye en la opinión que te formas sobre esos colectivos a base de noticias falsas o tergiversadas.

La cosa se pone peor en caso de personas de cierta edad. Las personas mayores de 65 años comparten siete veces más noticias falsas que las más jóvenes, según un estudio publicado en la revista científica Science Advances. El estudio se realizó en Estados Unidos, pero puede servir una tendencia que comprobamos en la práctica.

Y no es que las personas mayores sean más tontas, sino que, entre otras cosas, tienen menos alfabetización digital. No se han criado ni crecido por internet, han tenido que acostumbrarse a manejarse con el móvil y el ordenador cuando ya es más complicado aprender. Y tienden a pensar que lo que les llega es cierto. Si quieren comprobar la veracidad, les cuesta más manejar las herramientas necesarias.

Las autoras del estudio hablan de otro motivo, la pérdida de memoria. Eso hace que pueda costarles más acordarse de que el mensaje ya circulo hace unos meses por WhatsApp, que la foto que se usa en la noticia falsa ya la han visto en otro lado.

En resumen, tu madre puede ser una hater sin saberlo. Y también tu abuelo, tu suegro, la vecina de escalera e incluso tú. Reenviar un mensaje puede ser un paso más en la escalada del odio y las noticias falsas, así que comprueba antes de hacerlo y, si dudas, no lo pases.

También puedes echarle un vistazo a nuestra la pestaña de herramientas o incluso organizar un taller, como los que proponemos desde la campaña Save a Hater y descargar algunas piezas para que compartas en redes sociales.
desinformación en elecciones
Los buzones se nos llenan de sobres de todos los colores; de las farolas cuelgan caras de hombres, los más, y mujeres, las menos, sonrientes; los lemas nos asaltan cada vez que abrimos una página web. En épocas de campañas nos inunda la propaganda electoral en todos sus formatos. También y cada vez más en las redes sociales. Allí los partidos pueden hacer anuncios a medida, segmentando públicos según sus intereses y preocupaciones y asegurándose un acceso directo a las personas que quieren convencer de que les voten.

Hasta aquí todo suena lógico, pero a veces ocurre al revés. Quién lo iba a decir, hay quienes invierten mucho dinero en lograr justo lo contrario, que no votemos. Apelan a nuestros enfados y nuestros miedos legítimos para pedir que no acudamos a las urnas o escojamos a un candidato con escasas posibilidades de éxito. Mezclan datos y hechos reales, con bulos y tergiversaciones de la realidad.

En el año 2016, por ejemplo, Donald Trump y Hillary Clinton se jugaban el acceso a la Casa Blanca. Miles de cuentas de Twitter, Facebook, Instagram y YouTube se pusieron a funcionar para evitar que la representante demócrata lo lograse. Y muchas de ellas se dirigieron a la población negra de Estados Unidos. Hablaban de problemas reales de violencia racial y discriminación, de brutalidad policial, de los efectos de la tenencia de armas. Reivindicaban el legítimo orgullo de ser negros y negras. Pero también difundían bulos, como un supuesto hijo ilegítimo de Bill Clinton con una prostituta negra que este no había querido reconocer.

Esas cuentas parecían ser de ciudadanos normales o de colectivos a favor de los derechos civiles. Y en algún punto llamaban a sus seguidores a no votar en las elecciones presidenciales. O bien, les invitaban a votar a una candidata con pocas opciones, Jill Stein.

Llegó el día de las elecciones y la participación de los votantes afroamericanos cayó cerca de siete puntos con respecto a los comicios anteriores. Las papeletas que logró Jill Stein hubiesen sido decisivas para que Hillary Clinton fuese proclamada presidenta. Ganó Trump. Una campaña de desinformación respaldó a un presidente aficionado a los bulos y noticias falsas. Todo encaja.

De todo esto se ha investigado mucho desde 2016. La Agencia de Investigación de Internet (IRA, en sus siglas en inglés) basada en la ciudad rusa de San Petersburgo estuvo detrás de una campaña que apoyaba a Trump de una manera más que cuestionable. Como era evidente que determinados colectivos (afroamericanos, izquierdistas, LGTBI, etc) nunca votarían al candidato republicano, lo que había que lograr es que no fuesen a votar a nadie.

El truco parece tentador. Tanto que se repite a lo largo y ancho del planeta con resultados desiguales. En barrios trabajadores de Madrid, Sevilla y otras ciudades aparecieron pocos días antes de las elecciones del 10 de noviembre carteles con el lema “no contéis conmigo” impreso sobre los rostros de dos candidatos, mientras tanto en redes se difundían campañas similares. Finalmente son varios los estrategas políticos han aparecido como financiadores de los anuncios. Mientras los responsables de las redes sociales no actúen de manera decidida frente a la publicidad engañosa y la desinformación, nos tocará andar con cuidado cuando nos pidan la abstención.

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