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NOTICIAS Y ANÁLISIS DE BULOS Y CAMPAÑAS

Acoso digital a la mujer
Las redes sociales o las aplicaciones de mensajería instantánea nos permiten posibilidades de comunicación que nunca antes habíamos podido imaginar. La manera que han acortado las barreras espacio-temporales para la comunicación son verdaderamente asombrosas y, por regla general, muy positivas. Sin embargo, cuando no son usadas con sentido común, conciencia y responsabilidad las consecuencias pueden ser fatales e irreversibles. Es el caso, desgraciadamente, que hemos conocido esta semana en España: una mujer de 32 años se ha suicidado después de que comenzara a difundirse masivamente entre sus compañeros y compañeras de trabajo y a través de una conocida aplicación de mensajería instantánea un video de contenido sexual en el que ella aparecía.

Estos trágicos acontecimientos vuelven a poner en primer plano la necesidad de estar y actuar con responsabilidad también en los entornos digitales. Conscientes o no del daño que se podía estar generando y de las consecuencias que sus actos podían provocar, fueron muchos/as, y en el propio entorno laboral de la víctima, quienes contribuyeron a este desenlace. Alguien comenzó a difundir ese video, muchos/as lo vieron, lo comentaron, lo cotillearon, se mofaron, lo reenviaron, lo siguieron difundiendo. El video acabó llegando al entorno familiar de la víctima, quien ante tal exposición pública de su privacidad y su intimidad, no pudo soportar la presión laboral ni familiar y finalmente se quitó la vida, dejando además huérfanos a dos menores.  Y nos preguntamos y os preguntamos ¿hay que llegar a este punto para empezar a reflexionar sobre el uso que se le debe dar a las redes sociales y las aplicaciones de mensajería? Nuestros actos tienen consecuencias.

Este caso, sin embargo, no es únicamente un horrible ejemplo de las consecuencias de un uso irresponsable de las herramientas digitales de comunicación. Es además un caso de violencia de género. Existe un fenómeno conocido como 'porno por despecho' que consiste en la difusión de contenido íntimo o sexual de una persona como forma de venganza de su pareja o ex pareja por ser  rechazada o por haber terminado una relación. Según recogen varios medios de comunicación, lo ocurrido esta semana en Madrid respondería a este esquema en su origen.

Violencia de género online: cambia el lugar, no la naturaleza de la agresión


La violencia de género representa la cara más dura de la desigualdad entre mujeres y hombres y constituye uno de los grandes males de nuestra sociedad. Según datos de ONU Mujeres, el 35% de las mujeres en algún momento de sus vidas ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de un compañero sentimental o violencia sexual por parte de otra persona diferente a su compañero sentimental. La violencia de género también ha encontrado un canal en los entornos digitales; muchas niñas, adolescentes y mujeres ven cómo la violencia que sufren en su día a día en el mundo offline se reproduce también en los medios online, con los mismos patrones patriarcales, misóginos y machistas.

Es indudable que Internet y las redes sociales han contribuido al empoderamiento de la mujer a nivel mundial. Estos canales digitales son empleados para aprender, informarse, comunicar, conectarse entre sí e incluso denunciar. Si bien existe una brecha de género en el acceso a las tecnologías, las mujeres han encontrado en el mundo digital una ventana al mundo para expresarse y para avanzar en la conquista de la igualdad. Un ejemplo de ello fue el movimiento #MeToo en Estados Unidos, un terremoto que se originó en las redes sociales con epicentro en los Estados Unidos con la finalidad de dar voz a las mujeres que por mucho tiempo habían tenido que callar casos de acoso y abusos sexuales. Algo parecido sucedió en el mundo hispanohablante cuando a partir del hashtag #Cuéntalo, impulsado por la periodista Cristina Fallarás, más de 790.000 mujeres revelaron agresiones sexuales que habían sufrido o de las que estaban siendo víctimas ellas o alguna otra mujer de su entorno en España y Latinoamérica.

La violencia de género online no es un fenómeno menor en gravedad ni en repercusiones por tener lugar en el ámbito digital. El canal donde tienen lugar los actos de violencia cambia, pero no así la naturaleza de la agresión. En realidad, la violencia de género online presenta una serie de rasgos a los que hay que prestar especial atención. Los ataques, amenazas, acoso y hostigamiento online, además de ser muy graves en sí mismos, pueden desembocar en actos de violencia offline de extrema gravedad.

Hemos identificado un factor que consideramos muy relevante: la violencia de género online tiene un efecto disuasorio. Ante el temor de sufrir ataques o acoso, muchas mujeres se abstienen de participar o abandonan las redes sociales, la autocensura es una realidad; algunas mujeres recurren a seudónimos o adoptan un perfil bajo en su presencia en redes sociales para no ser el foco de atención, pero esto a la larga socava su vida personal y profesional.

Por ser Internet y las redes sociales plataformas en las que el contenido se comparte una y otra vez, a través de buscadores que facilitan su hallazgo y también por lo difícil que resulta eliminar por completo el rastro de una publicación, las víctimas de la violencia online sufren estrés, ansiedad, miedo a salir, pensamientos suicidas, pérdida de confianza en la seguridad de las herramientas tecnológicas, aislamiento social y depresión.

Los actos de violencia online se apoyan en elementos propios de este entorno digital, sobre los que hemos reflexionado en la campaña Save A Hater: el anonimato, la percepción de impunidad, la velocidad de difusión, la permanencia de la información en el tiempo o los riesgos de normalización son algunos de ellos. Visita Save A Hater y encuentra más información sobre todo esto.

¿Quieres saber más sobre la violencia de género online? Así actúa el hater misógino


Según datos recogidos en el informe "Las violencias de género en línea" publicado por Pikara Magazine en marzo de 2019, las mujeres de entre 18 y 30 años que se encuentran en una relación íntima de violencia, las mujeres supervivientes de violencia física o sexual o las mujeres profesionales que participan en espacios de debate y comunicación como activistas, artistas, periodistas o investigadoras, son foco claro para los haters.

Hay mujeres que además por diferentes situaciones corren un mayor riesgo de sufrir violencia de género online: las mujeres pertenecientes a una minoría étnica, las racializadas, las indígenas, o las que tienen una orientación sexual diferente a la heterosexual; en algunos casos debido precisamente a que usan estos canales para promover sus derechos en la sociedad, tal y como lo recoge el citado informe.

¿Os han robado alguna vez las llaves de vuestra casa o las habéis perdido? El temor a que caigan en poder de alguien con malas intenciones, que pueda entrar y revolver todo tiene también su reflejo en el ámbito de online, donde también se pone en riesgo la privacidad. Una vez más, vemos cómo el mundo offline y el online no son ajenos. En el ámbito digital las llaves son las contraseñas de nuestras redes sociales y correos electrónicos y la violación de nuestra privacidad puede llevar a nuestra propia casa (ordenador personal o smartphone).

Con las contraseñas en su poder, alguien con malas intenciones puede acceder, manipular información, suplantar la identidad de la víctima y hasta difundir fotos y vídeos sin el consentimiento de la persona afectada. Otra forma de violencia de género en línea es el monitoreo y la vigilancia a la mujer a través de un programa informático espía que recopila información sobre los hábitos online de la persona, como su historial e información personal. A través de la geolocalización, los haters también actúan para acechar a la víctima.

La violencia contra las mujeres online se manifiesta en amenazas directas de violencia física y sexual, comentarios abusivos, petición o envío de material sexualmente explícito, comentarios sexistas y hasta inducción al suicidio. Algunas de las formas de violencia de género en línea son castigadas, según lo prevé el Código Penal español.

El fenómeno de la violencia de género online es global y los patrones de respuesta ante ello por parte de las víctimas se repiten. Según el informe de Luchadoras de 2017 de México, las mujeres que sufrieron acoso en su mayoría bloquearon al atacante o ignoraron la situación. Las demás optaron por cambiar el número de teléfono o la cuenta vulnerada, informaron a un tercero, confrontaron al atacante y una minoría denunció.

La violencia de género online es un fenómeno grave e importante. No podemos dejarlo pasar.

Si eres o has sido víctima de ciberacoso, no te resignes, no te calles, pide ayuda.

Si detectas casos de violencia de género online a tu alrededor, actúa.

Es responsabilidad de todos y todas ser parte de la solución y no del problema.
Bulos sobre violencia de género
Esta vez nos vamos a poner, si cabe, más serios. Ya sabemos que una de las dianas preferidas para los haters del mundo online son las mujeres, porque el odio de carácter machista o misógino aparece continuamente y con una intensidad muy alarmante en los medios digitales. Pero concretamente hoy entramos a una temática de gravedad mayúscula, que deja cada año decenas de mujeres asesinadas y quién sabe cuántas mujeres golpeadas y maltratadas. Vamos a hablar de violencia de género y vamos a tratar de acabar con el tan manido bulo de las denuncias falsas.

Únicamente el 0,01 % de las denuncias presentadas por violencia machista eran falsas: entre 2009 y 2016 las causas incoadas por denuncias falsas fueron 194, frente a las 1.055.912 denuncias por violencia de género presentadas durante esos ocho años. De entre estos 194 expedientes abiertos, 79 terminaron en condena y 110 aún permanecían en investigación. Solo hubo cinco absoluciones para la parte que presuntamente había denunciado falsamente. Estos son los datos que aparecen en la memoria anual de la Fiscalía (2017). Así, queda en evidencia que las denuncias falsas son irrisorias en número, pero sí son perseguidas y castigadas.

También hay que tener en cuenta, que, en cualquier caso, el número de denuncias interpuestas a causa de la violencia de género tampoco es una representación fiel del número de casos reales, pues desgraciadamente este es mucho mayor. La Delegación del Gobierno para la Violencia de Género dio a conocer que el 81% de las mujeres asesinadas por violencia machista durante 2018 no había denunciado previamente.

Estos datos, contundentes por sí mismos, no han logrado parar a los haters misóginos y negacionistas de la violencia de género, que aducen que los datos de falsedad a la hora de denunciar son mucho más altos, pues pretenden contabilizar como falsos todos aquellos casos en los que finalmente no se produce la condena. Sin embargo, que una denuncia no termine en la condena del acusado no la convierte en absoluto en una denuncia falsa. Esto puede deberse a causas variadas: la absolución en un sistema de derecho puede deberse a que no han podido reunirse las suficientes pruebas; puede deberse a que los hechos probados no llegan a constituir un ilícito penal; o puede producirse el caso, y esto es muy frecuente, de que la víctima haya decidido retirar finalmente la denuncia, muchas veces a causa del miedo.

Pocas bromas con esto. Aquí te dejamos algunas piezas para que emplees en tus redes sociales, si lo consideras oportuno, cada vez que te encuentres a un recalcitrante hater con el cuento negacionista de las denuncias falsas.

Bulos como este son extremadamente dañinos e irresponsables, porque ayudan a proteger al agresor y a desproteger a la víctima, porque extienden un halo de sospecha sobre las víctimas de un fenómeno que causa cada año un sufrimiento incalculable. Queremos invitaros a desactivar el efecto tóxico de mensajes misóginos de este cariz: párate a pensar cuál es la mejor manera de reaccionar, y después decide: corta la cadena, desmonta con datos y argumentos, solicita y coteja la fuente del bulo y, en caso necesario, denuncia.

¿Quieres profundizar? ¿Qué es y qué no es una denuncia falsa?


El Código Penal español castiga en su artículo 456 a aquellas personas que, “con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad, imputaren a alguna persona hechos que, de ser ciertos, constituirían infracción penal, si esta imputación se hiciera ante funcionario judicial o administrativo que tenga el deber de proceder a su averiguación, serán sancionados”. En otras palabras: una denuncia falsa consiste en denunciar a otra persona por hechos delictivos (o faltas) que no ha realizado.

Entonces… ¿Qué no es una denuncia falsa?

No todos somos especialistas en Derecho, ni conocemos los tecnicismos de los elementos que conforman los distintos tipos penales. Si una persona denuncia unos hechos en concreto, puede no saber si constituyen o no un delito, aunque crea que sí. Denunciar unos hechos que han ocurrido y que son desagradables para quien los sufre, pero que no están tipificados penalmente o no llegan a traspasar la línea establecida por el legislador para considerarlo un ilícito penal, no es igual que denunciar algo que nunca ha tenido lugar.

Tampoco es una denuncia falsa hacerlo sin las suficientes pruebas. Que no haya pruebas sobre la comisión de un delito o falta no implica automáticamente que los hechos no hayan ocurrido. Realmente aquí radica el mayor problema al que se enfrenta la Justicia a la hora de afrontar los juicios por violencia de género, ya que demostrar fehacientemente haber sufrido violencia de género requiere de pruebas muy concretas y, por este motivo, hay tan pocas condenas en este ámbito en comparación con el total de denuncias.

Finalmente, retirar una denuncia o no ratificarla no la convierte en falsa. Retirar una denuncia puede deberse a factores muy complejos, especialmente cuando hablamos de violencia de género. Romper determinados vínculos o relaciones, por muy tóxicas que sean, puede resultar tremendamente difícil, especialmente para mujeres cuya situación de violencia, sometimiento y anulación ha terminado por generar una red de dependencias emocionales, económicas, sociales o familiares de la que hacen falta muchas fuerzas y apoyos para poder salir. Esto es fácilmente comprobable: nada menos que 7 de cada 10 sentencias absolutorias por temas de violencia de género se debe a la retirada de la denuncia por parte de la víctima, y buena parte de este alto número obedece al miedo a posibles represalias por parte del agresor. No nos es extraño el relato, oído en las noticias, de que una mujer asesinada por su pareja o expareja, a pesar de que ya le había denunciado, continuaba viviendo con él. Resulta difícil afirmar que estas mujeres asesinadas habían denunciado en un primer momento en falso.

Entonces, ¿Cuál es exactamente el afán de los haters por extender este tipo de bulos de carácter misógino? ¿No les parece que la violencia de género sea realmente algo grave e importante? ¿O es la verdadera igualdad entre hombres y mujeres lo que les molesta?
En período de campaña electoral, algunos políticos y sus seguidores se encargan de sacar del almacén bulos, noticias viejas y contenido falso a fin de generar una mayor polarización y reforzar falsas creencias que alimentan la espiral de la desinformación. Hay algunos colectivos que sufren estos bulos malintencionados de manera recurrente y uno de ellos son las personas inmigrantes.

Uno de los tópicos que escuchamos y encontramos a menudo es el que vincula la inmigración con un supuesto abuso de la sanidad pública. ¿Os suena? Quizá lo habréis visto por Twitter, Facebook, WhatsApp y hasta oído de la propia voz de algunos candidatos/as. Podemos contrastar estas afirmaciones con los datos de la Encuesta Nacional de Salud del Instituto Nacional de Estadística (2017):

En el último año el 87 % de los españoles acudió alguna vez a consulta médica, frente al 82 % de las personas de origen extranjero. En este dato se incluyen, por cierto, todas las personas de origen extranjero que residen en España. Sí, los estudiantes Erasmus o las personas jubiladas procedentes del norte de Europa, también.

Ante la pregunta sobre el consumo de medicamentos en las dos semanas previas a la realización de la encuesta, el resultado fue el siguiente:

El 48% de las personas extranjeras no había consumido medicamentos frente al 33% de los españoles.

Es decir, a la luz de estos datos, sucede exactamente lo contrario de lo que dicen los mensajes xenófobos: las personas extranjeras acuden menos a consulta médica que las autóctonas y consumen menos medicamentos.

En España, además, el coste de medicamentos y productos sanitarios está vinculado a la renta del paciente. Son las condiciones socioeconómicas las que marcan el descuento aplicable para la compra de una medicina, no el origen.

Con estos datos, extraídos de fuentes reales y confiables, podéis ver y hacer ver a otras personas que no existe tal abuso de la sanidad pública por parte de las personas inmigrantes y que tampoco obtienen medicamentos gratis.

Amigo/a salvahaters, aquí puedes descargarte algunas piezas para redes sociales que te ayudarán en tu titánica tarea de salvar al hater.

Todos estos bulos pueden hacer mucho más daño de lo que parecen. Desde Save A Hater queremos invitaros a desactivar el efecto tóxico de bulos y rumores discriminatorios: párate a pensar, siempre, la mejor manera de reaccionar, y decide: corta la cadena, contesta desmontando el mensaje discriminatorio o solicita la fuente y contrasta para averiguar si es o no veraz.

Accede aquí a las herramientas que ponemos a tu disposición desde Save A Hater.

 

¿Quieres profundizar? Consulta fuentes fiables


Para ayudaros a desmentir los bulos sobre las personas inmigrantes y su supuesto uso abusivo de la sanidad, queremos ofrecerte más información:

Luego de haberse recuperado el acceso universal al Sistema Nacional de Salud (SNS) el 27 de julio de 2018, se restablece la protección de la salud y atención sanitaria a las personas extranjeras que encontrándose en España no tengan su residencia legal en el territorio español.

En el artículo 3ro del Real Decreto-Ley 7/2018, de 27 de julio, se modifica que: “Las personas extranjeras no registradas ni autorizadas como residentes en España tienen derecho a la protección de la salud y a la atención sanitaria en las mismas condiciones que las personas con nacionalidad española, tal y como se establece en el artículo 3.1". Esta medida establece una igualdad de derechos sin que importe el origen de la persona.

En este Real Decreto-Ley también se modifica el artículo segundo de la Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios aprobado por Real Decreto Legislativo 1/2015, de 24 de julio, y se añade que el coste de los medicamentos para personas extranjeras no registradas ni autorizadas como residentes en España será de un 40 % del PVP, al igual que una persona en activo con una renta inferior a 18.000 euros y sus beneficiarios. Hay que subrayar, y esto es muy importante, que estamos hablando de personas que no tienen permiso de trabajo, es decir, que no tienen acceso a un trabajo y un salario, y que por tanto su situación de vulnerabilidad es extrema.

Los pagos de medicamentos y productos sanitarios se hacen en base a la renta de los usuarios y las únicas personas que están exentas al pago de medicamentos en territorio español son las que cumplen los siguientes supuestos: personas con discapacidad (en los términos contemplados en la normativa específica); perceptores de rentas de integración social; perceptores de pensiones no contributivas; personas en paro sin derecho a subsidio; afectados/as por el síndrome tóxico y aquellos tratamientos derivados de accidentes de trabajo o enfermedades profesionales.

¿No será entonces que lo que molesta a nuestros/as queridos/as haters es la igualdad y el sistema de derechos?
Los procesos electorales son ocasiones propicias para la difusión de desinformaciones, bulos y mensajes discriminatorios que persiguen movilizar a un sector de la población o conseguir réditos políticos. Tal es el caso del 'meme' que publicó en Twitter un partido político el 28 de abril, día de la cita electoral, en el que se representaba a varios movimientos sociales, medios de comunicación e ideologías políticas como enemigos de los que defenderse y a batir. Entre ellos se encontraba un fantasma con los colores del arcoíris que hacía referencia a la diversidad sexual y, más concretamente, al colectivo LGTBI.

La publicación nació, así, como un elemento de confrontación y de “defensa” contra presuntas diversas amenazas –motivo por el que ya ha sido denunciada por una asociación LGTBI al considerar que incita “al odio y la violencia contra las personas lesbianas, gais, transexuales o bisexuales”–. En un primer momento, las críticas no tardaron en aparecer por esa intencionalidad de calificar a este colectivo como “amenaza” o “enemigo peligroso”.

Sin embargo, las redes sociales no solo han servido como canal de difusión de este mensaje que pretendía señalar a un colectivo y polarizar a la sociedad entorno a el. Al día siguiente, el pequeño fantasma se convirtió en trending topic durante buena parte de la jornada cuando las propias personas LGTBI decidieron apropiarse de él e incluyéndolo dentro de su simbología propia.





En los últimos tiempos, el colectivo LGTBI ha hecho uso en múltiples ocasiones de este recurso para convertir un elemento de confrontación o estigmatización en algo identitario y de reafirmación. Este es el caso de los triángulos invertidos rosas y negros, utilizados en los campos de concentración nazis para marcar a hombres y mujeres homosexuales respectivamente, y que ahora son símbolos que les recuerda la superación en tiempos de persecución.

De esta manera, el simpático fantasma –al que se ha terminado por bautizarle como “Gaysper”, en referencia al personaje de dibujos animados “Casper”–, es una nueva muestra de que, aunque las redes sociales sean utilizadas para propagar mensajes que buscan promover el odio, los prejuicios y la polarización, también pueden usarse como herramienta para crear nuevos significados, símbolos y argumentaciones que hagan frente a esos ataques y sirvan para empoderar a personas o colectivos enteros que sufren discriminación.

Esta es una manera de afrontar este tipo de situaciones por la que apostamos desde la campaña Save a Hater, perteneciente al programa SiembraRED+ de Accem, para hacer uno uso responsable y con sentido crítico de las redes sociales y que el mundo digital sea un lugar más seguro para todos/as.

¡Bienvenido, Gaysper!
Notre Dame
El incendio de la catedral de Notre Dame causó conmoción en Francia y en todo el mundo. A la vista de turistas, de quienes viven en la ciudad y, a través de los vídeos en directo y fotos, de todo el mundo, se observó cómo las llamas destruían parte de este importante monumento artístico, Patrimonio de la Humanidad.

A la vez que esto sucedía en París, las redes sociales vivieron su propio incendio con mensajes que corrían como la pólvora, cargados muchos de ellos de especulaciones, rumores y bulos con la finalidad de generar desinformación. Lo que tenían en común estos mensajes que publicaban algunos medios de comunicación, webs dedicadas a publicar contenido falso o determinadas personalidades con impacto social, es su carga islamófoba.

Aun cuando las autoridades habían asegurado que el incendio de Notre Dame había sido un accidente, los mensajes contra la comunidad musulmana comenzaron a circular, haciéndolos responsables de estos sucesos.

Tal era la cantidad de bulos y desinformación contra la comunidad musulmana en las redes sociales y supuestos medios informativos, que webs de fact checking comenzaron a apagar desmentirlos, para apagar las llamas en las redes sociales.

Hashtags como #NotreDame #NotreDamedeParís y #NotreDameCathedral estuvieron de trending topic en Twitter por varias horas. Personas crearon cuentas falsas de medios de comunicación reconocidos como CNN y Fox News para comenzar a divulgar información falsa sobre un supuesto ataque terrorista.

En Twitter también se difundió un vídeo editado en el que se incluía un falso audio en el que se oía “Allahu Akbar” (Alá es grande). Otro bulo que circuló en redes sociales, fue una imagen de una persona dentro de la catedral que supuestamente portaba una chilaba o que portaba “vestimenta típica musulmana”. Esto fue desmentido y se confirmó que se trataba de un bombero ejerciendo su labor, en España este vídeo fue difundido por un usuario en Twitter que consiguió más de 3.400 reproducciones, según reseñó la web Newtral.

En momentos de crispación social, los haters aprovechan también para intentar colar noticias caducadas. Un artículo del diario inglés The Telegraph del año 2016 en el que se informaba sobre el hallazgo de un coche cerca de la catedral de Notre Dame con tanques de gas y papeles en árabe, se difundió el día del incendio, tal fue su difusión que el propio medio de comunicación se vio en la necesidad de editar la cabecera de la noticia para informar que la misma era de años atrás y que no tenía relación con este accidente.

Efectos reales en los colectivos señalados


Cuando se producen hechos de esta envergadura, toda la ciudadanía tiene la responsabilidad individual de no ayudar a difundir estas informaciones por las redes sociales y aplicaciones de mensajería instantánea, a fin de evitar la propagación de rumores y contenido falso. Estos estereotipos generan polarización social y provocan un daño real a los colectivos a los que se señalan, quienes muchas veces toman la decisión de alejarse y hasta darse de baja en las redes sociales para no sentirse atacados, como desarrolla el Informe Brechas publicado por Accem en 2018. Al final todo el mundo supo que el incendio de Notre Dame fue un accidente, pero el daño causado a la población musulmana apuntada una y otra vez queda marcado

Antes de compartir cualquier información, recordad verificar si el contenido proviene de un medio de comunicación reconocido, si está firmado por un periodista, ver la fecha y contrastar con otros medios de comunicación. En momentos de tensión todas y todos podemos ser haters, si conoces las herramientas podemos evitarlo.
El pasado domingo 21 de abril, tras los terribles atentados terroristas que tuvieron lugar en Sri Lanka, el Gobierno estatal tomó la determinación de bloquear el acceso a la mayoría de redes sociales –entre las que se encontraban Facebook, Snapchat, Youtube o Instagram– y determinados servicios de mensajería online, como WhatsApp. Esta decisión fue respaldada desde el Ejecutivo ante la difusión de contenidos, a través de estas plataformas, que buscaban desinformar y propagar mensajes de odio contra la población musulmana en general.

No es la primera vez que este país se ve inmerso en esta situación: en 2018, tras un ataque a un templo budista en la ciudad de Kandy, tuvieron lugar una serie de disturbios violentos en los que muchos hogares y negocios que eran propiedad de personas musulmanas fueron incendiados y destruidos por grupos budistas extremistas. En ese momento se tomó por primera vez la decisión de provocar el apagón del mundo online, con la intención de que sirviera como cortafuegos ante la extensión de contenidos islamófobos.

Sri Lanka vuelve a pulsar el botón del bloqueo digital: ¿dedo ágil o dedo fácil?


Si bien es cierto que la actuación del gobierno el año pasado se quiso justificar por la oleada de violencia que surgió tras el suceso, cabe preguntarse ahora si el actual apagón de las redes sociales responde a una estrategia para cortar de raíz la difusión de mensajes para generar odio y prejuicios antes de que se produzcan nuevos disturbios. Pero, ¿existe realmente una justificación para limitar necesidades elementales y derechos básicos?

Ya en 2018 surgieron voces muy críticas ante una medida tan drástica como la censura y la prohibición de acceso a estos servicios. Y en esta ocasión, las críticas no han hecho sino aumentar. La ONG NetBlocks, nacida para dar seguimiento a la libertad de acceso a Internet en todo el mundo, ha afirmado tajantemente que esta decisión es contraproducente por haber silenciado a su vez las fuentes de información fiables y oficiales: "Las restricciones a la red nacional de Internet acelera la propagación de desinformación durante una crisis, debido a que las fuentes auténticas de información no están disponibles”.
A su vez, esta organización también ha criticado que esta situación abre la puerta a que terceras partes puedan explotar la situación, obteniendo beneficios políticos y lucrándose, ante la ausencia de fuentes confiables que permitan contrastar y verificar la veracidad de esas informaciones.


Las dos caras de las redes sociales


Hasta que aparecieron las redes sociales, nunca existieron herramientas que permitieran movilizaciones masivas instantáneas y que sirvieran de vehículo para ideas e informaciones con una capacidad de transmisión tan efectiva. Frente a su utilidad para generar y compartir información, para comunicarnos y para servir de espacios de colaboración y cooperación, la otra cara de la moneda es igual de poderosa, pero para hacernos la vida más complicada y, como mínimo, incómoda.

Un ejemplo de las consecuencias del mal uso de estas tecnologías lo demuestra el miedo de un ciudadano de Colombo, quien, preguntado por el Washington Post acerca del bloqueo tras los atentados, asegura sin ninguna duda que “es absolutamente una buena idea cerrar las redes sociales”. Aunque nos pueda parecer una aseveración aventurada, su temor a posibles represalias por ser musulmán, en un delicado clima de crispación y polarización social, se hace evidente: “A través de Whatsapp recibí información que nombraba a hombres musulmanes como los terroristas suicidas, a pesar de que el gobierno no había nombrado oficialmente a nadie en ese momento. No cerrar las redes sociales podría haber llevado a personas a coordinar ataques y disturbios contra los musulmanes”.

En la otra cara de la moneda se encuentran un no menor número de posibilidades y funcionalidades que han demostrado su enorme utilidad en circunstancias de emergencia. Además de hacer uso de estas plataformas para poder comunicarse directamente con sus familiares y amigos, Facebook lanzó en 2014 la herramienta “Estoy a salvo”, a través de la cual, por ejemplo, durante los atentados de 2015 en París o en medio de alertas y desastres naturales, las personas que se encontraban en las inmediaciones pudieron informar con un único clic a sus seres queridos que se encontraban bien.

Es cierto que aún hay mucho que mejorar y mucha pedagogía por hacer en cuanto al uso responsable de las redes sociales y las consecuencias de dar pábulo a contenidos que fomentan el odio y la desinformación. Pero también queda aún por aclarar hasta qué punto esta censura puede conllevar más beneficios que obstáculos, y, sobre todo, la más que dudosa legitimidad para sacrificar las libertades de información y de expresión de un país entero.
El pasado viernes 15 de marzo, al menos 49 personas fueron asesinadas y otras 40 resultaron heridas, en la ciudad de Christchurch, en Nueva Zelanda, en un atentado cometido contra los feligreses de dos mezquitas de la ciudad. El autor del asesinato masivo irrumpió armado en la mezquita de Al Noor y abrió fuego contra las personas que estaban allí reunidas para la oración del viernes, día sagrado para los/as musulmanes/as. Mientras cometía la matanza, grababa su ataque con una cámara adherida a su cuerpo y lo retransmitía en directo a través de las redes sociales. Poco después se producía otro ataque en la mezquita de Linwood, a cinco kilómetros de la primera.

Reunimos aquí algunas de las claves del atentado, y nos detenemos especialmente en aquello en lo que tenemos fijada nuestra atención en el proyecto #SiembraRED y la campaña #SaveAHater: las redes sociales y el entorno digital como espacio en el que el discurso de odio se alimenta, crece, se propaga y provoca consecuencias de extrema gravedad en el mundo offline.

El autor del atentado, o uno de ellos –hay al menos cuatro detenidos-, se llama Brenton Tarrant, es un ciudadano australiano que ha actuado motivado por ideas ultraderechistas y supremacistas. Tarrant se ha servido de las redes sociales para difundir la masacre que ha cometido con intención política y propagandística al servicio de su ideología xenófoba e islamófoba.

En estos hechos, que no olvidemos han acabado con la vida de 49 personas, han jugado un papel no menor las tecnologías de la comunicación, las aplicaciones de mensajería instantánea y las redes sociales. Según escribe el reportero Drew Harwell en The Washington Post, y recoge El Confidencial, “la masacre de Nueva Zelanda fue retransmitida en vivo en Facebook, anunciada en 8Chan, reproducida en YouTube, comentada en Reddit, y reproducida y copiada en todo el mundo antes de que las empresas tecnológicas pudiesen siquiera reaccionar”.

Horas antes de cometer el atentado, el presunto terrorista colgó su manifiesto, de 74 páginas, en el chat 8chan, pidiendo colaboración: “Es hora de hacer un esfuerzo de posteo real”. 8Chan es un sitio web, con escasos filtros y limitaciones para quienes desean publicar en él, en el que se permite y se fomenta el anonimato en las publicaciones, y que a partir del formato de ‘tablón de imágenes’ se basa en la publicación de imágenes y comentarios. Por esa ausencia de filtros y ese anonimato, 8Chan se ha convertido en un espacio utilizado para el intercambio y difusión de material prohibido, como pornografía infantil, violencia contra la mujer o discurso de odio neonazi.

El video de la matanza se emitió en directo a través de Facebook y circuló más tarde a través de distintas redes sociales, como Twitter, Instagram, YouTube o Reddit. Aunque las distintas plataformas trataban de eliminarlo, otros usuarios volvían a subirlo a las diferentes redes, propiciando que continuara su difusión. En las primeras 24 horas tras el atentado, Facebook eliminó 1,5 millones de videos del ataque, según informó Mia Garlick, directora de políticas de Facebook para Australia y Nueva Zelanda. Las redes sociales, los foros de internet y las aplicaciones de mensajería no fueron únicamente el vehículo de difusión de la matanza y el argumentario del terrorista. Fueron también el lugar en el que su autor encontró un espacio de afinidad y apoyo a sus ideas que facilitaron su retroalimentación.

Foros, chats y sitios web sirven para reunir a la gente en torno a sus inquietudes, ideas o aficiones eliminando barreras espacio-temporales. Esto, que es algo positivo y enriquecedor del ecosistema digital, contiene un reverso oscuro, pues permite también el encuentro y difusión de los discursos de odio más extremos y con vocación de convertirse en acciones tan violentas y brutales como el atentado neonazi de Christchurch. El discurso de odio que se cultiva y expande en redes sociales y foros de internet encuentra, además, un complemento perfecto en determinados sitios web que, bajo la apariencia formal de ser un medio de comunicación convencional, se dedican a publicar contenido falso diseñado y elaborado a propósito para fomentar el odio y el rechazo hacia determinados colectivos. Este fenómeno no es ajeno a España, donde también han aparecido páginas de este carácter.

En el atentado perpetrado en Nueva Zelanda, consumada la masacre, y también en este caso de forma simultánea al momento en el que se producía, las redes sociales se convirtieron en el altavoz de estos atentados, cuyo contenido extremadamente violento consiguió viralizarse y extenderse sin límite en el espacio y el tiempo. Ahí es donde desde nuestra campaña ‘Save a Hater’ podemos llamar a la responsabilidad y a la conciencia crítica sobre aquello que difundimos y que, de un modo u otro, contribuimos a extender. Es necesario conocer lo sucedido, pero no contribuir a las intenciones del terrorista: difundir su acción y su ideario de odio e intolerancia.
maldita migracion
El equipo periodístico de Maldita.es ha lanzado una nueva web para combatir los bulos y la desinformación: Maldita Migración. Una valiosa herramienta al alcance de todas y todos quienes deseen contrastar una información o fotos referente a la migración.

Según datos de maldita.es uno de cada tres bulos por los que son consultados, tienen que ver con personas refugiadas y migrantes, colectivos que son utilizados para fabricar noticias falsas y desinformar a la población para a su vez generar una polarización social; situación que se eleva cuando se aproximan eventos electorales.

En estos tiempos en los que distinguir un contenido falso de uno real, celebramos la creación de nuevos proyectos como Maldita Migración, que ayudan a desmontar cifras, noticias, tweets e imágenes que se realizan para perjudicar a la población migrante y refugiada en España. La plataforma utiliza herramientas de fact-checking, lo que se basa en la verificación de hechos y datos utilizados principalmente en discursos (principalmente políticos), medios de comunicación u otras publicaciones.

Desde el pasado año la periodista española Clara Jiménez Cruz, cofundadora de Maldita.es (que engloba también Maldita Hemeroteca, Maldito Bulo, Maldito Dato, Maldito Deporte y ahora Maldita Migración), forma parte de los 39 especialistas del grupo de alto nivel para aconsejar a la Comisión Europea sobre el contenido falso que se propaga en Internet y la desinformación que genera, con el fin evitar que el contenido continúe circulando sin ser desmentido e identificar a los creadores de dicho material. También pertenece a la Red internacional de Verificación de Hechos, una unidad del Instituto Poynter.

Maldita Migración es posible además gracias al trabajo conjunto que realizarán con Oxfam Intermón. Desde Accem y Save A Hater os invitamos a utilizar esta y otras herramientas que os ayudarán a dejar en evidencia a aquellos y aquellas haters que fabrican contenido falso sobre colectivos vulnerables de nuestra sociedad.

 
violencia personas refugiadas facebook
El inicio de la guerra en Siria provocó la huida de millones de personas para salvar sus vidas. Muchas de estas personas llegaron a Alemania con la esperanza de dejar  atrás el horror, y así ha sido salvo por algunos casos de violencia contra las personas refugiadas, cuyo motivo recae en Facebook según un estudio realizado por Karsten Müller y Carlo Schwarz, investigadores de la Universidad de Warwick.

Según ha publicado The New York Times,  para el estudio se examinaron los 3.335 casos de ataques contra las personas refugiadas en Alemania entre los años 2015 y 2017. Se evaluó la comunidad donde se producía el ataque, la venta de periódicos en la zona, el apoyo a la extrema derecha, la demografía, historial de crímenes de odio, cantidad de personas refugiadas y protestas realizadas. Del estudio destacó que donde el uso de la red social Facebook era más alto, se producían más ataques contra refugiados; sin distinción del tamaño de la ciudad, ingresos familiares o pensamiento político.
En estos lugares la violencia contra las personas refugiadas aumentó en un 50 por ciento por encima del promedio nacional. Según el estudio, existe un algoritmo en la red social para provocar una mayor interacción de los usuarios y usuarias, como por ejemplo el contenido anti refugiados.

Un ejemplo del odio desbordado contra las personas refugiadas se observó en la página que creó Anette Wesemann (directora del centro de integración para refugiados en Altena, una pequeña ciudad al oeste de Alemania) para organizar colectas de alimentos y eventos voluntarios a beneficio es estas personas. Su página se llenó de mensajes de odio de una persona y, su ira, contagió a otros y cada vez fue a más.

Las personas que realizaron el estudio consultaron con un fiscal local sobre la situación anti refugiados , quien contó el caso de un hombre y su amigo que habían sido detenidos por arrojar gasolina en el ático de la casa donde vivía una familia refugiada. Los únicos antecedentes contra personas refugiadas que tenía Denkhaus, uno de los agresores, era haber compartido constantemente artículos y memes xenófobos a través de Facebook y mensajería instantánea.

Este no fue el único caso de violencia anti refugiados en Altena. En 2017 el alcalde fue apuñalado por un hombre que decía sentirse indignado por sus políticos a favor de las personas refugiadas. El fiscal sospecha que la agresión se suscitó tras los comentarios de odio en un enlace de una noticia publicada en Facebook.

Fuera de Facebook la mayoría de las personas eran tolerantes con las personas refugiadas y las normas de convivencia prevalecían, pero la distorsión generada en la red social hacía ver a muchos, otra realidad.

Esto demuestra la importancia de la tolerancia en el mundo online, para que no se reproduzcan actos violentos en el mundo offline.

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